Por qué la constancia vale más que la motivación
- Jorge Vargas
- 27 nov
- 4 Min. de lectura

Miguel llevaba meses diciendo que quería correr una carrera de 10K.
Lo contaba con entusiasmo, veía videos motivacionales, compró unos zapatos nuevos… pero nunca entrenaba más de dos días seguidos.
Una tarde, mientras conversábamos, me dijo casi susurrando:
—“Jorge, yo quiero lograrlo, pero hay días que simplemente no siento ganas. Y cuando no siento ganas… no hago nada.”
Le respondí algo que en ese momento lo dejó callado, pero que después me agradeció:
—“Entonces todavía estás esperando motivación… y motivación es lo más inestable que existe. Si quieres correr esos 10K, no necesitas más ganas. Necesitas constancia.”
Ahí se quedó.
Y después me preguntó: “¿Y cómo se consigue eso?”
La respuesta no es compleja… pero sí profunda.Y es de lo que trata este blog.
La motivación te enciende, la constancia te transforma
La motivación es ese arranque emocional que te impulsa por un momento, que te hace sentir capaz de todo… pero dura poco.
En cambio, la constancia no depende del ánimo, ni del clima, ni del día, ni de si dormiste bien.
La constancia es una decisión:
una forma de caminar, una identidad, un compromiso contigo mismo.
Miguel entendió que no podía esperar a “sentirse listo”.
Así que comenzó con 10 minutos al día.
Diez.
No más.
No menos.
Una semana después ya no corría por motivación… corría porque era su compromiso.
Y un compromiso sostiene más que cualquier emoción.
La mentira que nos hace estancarnos
Muchos creen que para avanzar necesitan sentirse inspirados todos los días.
Ese es el error.
Los atletas profesionales no se sienten motivados siempre.
Los emprendedores no se levantan cada mañana con un discurso de éxito en la cabeza.
Las personas disciplinadas no viven en un estado permanente de energía.
Lo que sí tienen es un acuerdo consigo mismos:
“Hago lo que dije que haría, incluso cuando no siento ganas.”
La constancia: el músculo que cambia tu vida
No existe transformación real sin repetición.
Y no existe repetición sin constancia.
La constancia:
te construye carácter
te ordena la vida
te da credibilidad ante ti mismo
te enseña que puedes confiar en lo que dices
te acerca a tus metas aunque avances despacio
Porque cuando eres constante, tu cerebro empieza a decir:
“Esto es lo que yo hago. Esta es la persona que soy.”
Y cuando cambias tu identidad… cambias tus resultados.
La magia de lo pequeño pero sostenido
Gran parte de la frustración viene de creer que el cambio debe ser grande para que valga la pena.
Ese es otro mito.
Lo pequeño, repetido, vence a lo grande e intermitente.
Un hábito diario puede más que una explosión de energía una vez al mes.
Un paso consistente avanza más que diez pasos impulsivos.
El resultado no viene del “día perfecto”.
Viene del día que haces algo… aunque no sea perfecto.
Cuando sostienes el proceso, la motivación regresa
Algo increíble sucede cuando eres constante:
la motivación vuelve.
Vuelve más madura.
Vuelve más fuerte.
Vuelve porque ahora no depende del entusiasmo… sino del progreso que ves.
La motivación es hija de la constancia, no al revés.
Una invitación profunda para esta semana
Esta semana no quiero que busques motivación.
Quiero que busques coherencia.
Quiero que observes tus decisiones pequeñas.
Quiero que notes cuándo postergas esperando “ganas”.
Quiero que escuches a ese yo que está cansado de empezar y no sostener.
Cada vez que dudes, pregúntate:
“¿Qué haría la persona en la que me quiero convertir?”
Esa respuesta vale más que cualquier discurso motivacional.
Sugerencias prácticas para adoptar la constancia
Aquí viene la parte que querías: simple, aplicable y directa.
1. Empieza pequeño, ridículamente pequeño
La constancia nace de lo que puedes mantener, no de lo que puedes impresionar.
¿Quieres leer? Empieza con 5 minutos.
¿Quieres entrenar? 10 minutos.
¿Quieres ahorrar? Empieza con $1 diario.
La clave es que puedas sostenerlo.
2. Define tu mínima acción diaria (M.A.D.)
Una acción tan pequeña que no puedas decir que no.
La M.A.D. mantiene el motor encendido incluso en tus peores días.
3. Deja de preguntarte si tienes ganas
Hazlo como quien se lava los dientes:
no depende de ánimo, es parte de tu identidad.
4. Recompensa la repetición, no la intensidad
No celebres “hoy hice mucho”.
Celebra “llevo 7 días seguidos”.
La frecuencia crea disciplina.
La intensidad, ego.
5. Crea un registro visible
Un calendario, una app o una hoja marcada.
Ver tu avance sostiene tu voluntad.
Constancia que se mira, se mantiene.
6. Ten una frase ancla
Una frase que te conecte con tu compromiso cuando tu emoción te quiera traicionar.
Por ejemplo:
“No busco perfección, busco progreso.”
“Mi palabra vale, aunque nadie me mire.”
“Hoy leo, hoy entreno, hoy cumplo.”
7. Aprende a reconocerte
La gente constante suele minimizar sus logros.
No lo hagas.
Cuando cumplas tu mínima acción, dite:
“Bien. Avancé. Hoy honré mi compromiso.”
Ese pequeño reconocimiento fortalece tu identidad.
Entonces…
Miguel terminó corriendo los 10K.
Pero más importante que la carrera fue lo que descubrió en el proceso:
que la disciplina, cuando se practica, te devuelve la vida que siempre quisiste.
Tu reto esta semana no es hacer más…
tu reto es sostenerte mejor.
Y si sostienes este proceso, será un antes y un después en tu vida.
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